Faltan ya sólo dos meses para la llegada al mundo de Catalina, la criatura que va a convertirme en abuelo cebolleta y batallitas (si no, al tiempo…). De hecho, ya nos conocemos: ella de oírme pontificar desde su pecera tibia y confortable y yo de haberla visto en una peli de ésas que le hacen ahora al nasciturus en el vientre materno. Catalina aún no ha nacido y ya demuestra carácter: abre los ojos y se agarra al cordón umbilical, como diciendo: “Esperadme, que voy y me estoy agarrando al pasamanos.”
Mientras tanto, sus felices padres se preparan para el parto a base de gimnasia compartida y hacen uso de bibliografía para racionalizar el gran momento. Le he pedido prestado a la mayor de mis infantas su actual libro de cabecera, “El Dolor del Parto” de Verena Smhmid, comadrona italiana, donde se plantea “una nueva interpretación de la fisiología y de la función del dolor”, concepto a diferenciar del sufrimiento; una fase clave de la sexualidad ajena al castigo bíblico. Se trataría de un don, de un privilegio, de una oportunidad para la mujer, que le ayuda a dar vida y la acerca al momento de abrazar a su bebé, el cual estaría recibiendo su primera lección, preparándolo para su existencia en el mundo exterior.
Partiendo de la base de que el miedo al dolor es algo real, la autora propone no reprimirlo- puede transformarse en ansiedad-, ni padecerlo en forma pasiva, convertido en aflicción, sino “afrontarlo, identificándolo; es entonces cuando desaparece”: se trata de una lucha, la primera, por el hijo que estás trayendo al mundo (no se trata de un dolor de oídos…). “La aceptación activa del dolor es un trabajo, una investigación, un aprendizaje…[…] una herramienta para una experiencia consciente que se acompaña de la voluntad de la mujer para ser protagonista de su experiencia. El parto activo es expresión de libertad de la mujer, su pareja y su bebé”…
A nivel personal, este texto me ha mostrado el camino. En un verso de un ayer no lejano, se leía: “pariré mi vejez ola tras ola…”
A mi vejez, niña recién nacida, voy a llamarla Catalina.
(Publicado en DIARIO DE FERROL)
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