Comentaba el lunes postelectoral gallego una veterana luchadora por las causas democráticas que, en la Izquierda, siempre tenemos que volver al principio... Una vez más, esa Derecha con vocación de "ángel exterminador" se dedica a arrasar las conquistas sociales, ganadas tras una larga lucha. Presumen de ser la solución cuando son, nítidamente el problema, y no pequeño...
Será cuestión de tomar resuello y "begin the beguine" otra vez... Como complejo vitamínico, he aquí un escrito de don Santiago Carrillo, aparecido en el número 31 de “Razón Socialista” de Fuco Buxán, segundo semestre 2011, donde, una vez más, acierta nuestro "Socio de Honra" a la hora del análisis, no por duro menos pertinente.
NI LA HISTORIA NI LA LUCHA TERMINAN EL 20 N
Más de treinta años tras la Transición Democrática, la crisis financiera parece haber puesto patas arriba las conquistas políticas, sociales, culturales, conseguidas en la Constitución de 1978. Es como si la crisis hubiese desatado todos los demonios familiares de la historia atormentada de España, resucitados por la ola de neoconservadurismo que cruza hoy al mundo occidental. En muchos medios de comunicación, publicaciones y sectores políticos y empresariales, se desarrolla una filosofía que actualiza las peores concepciones sobre las relaciones Capital- Trabajo, dominantes hace un siglo o más. Según ésta, la clase de los empresarios es intocable y la mayor aspiración de un joven hoy debe ser llegar a empresario. Los trabajadores manuales o intelectuales, son considerados simples peones de aquéllos. No es el Trabajo el productor de la riqueza, sino el genio del empresariado. Por consiguiente, no tiene por qué haber un Estado de Bienestar que redistribuya las riquezas y disminuya las desigualdades. Para ello, los Sindicatos, como instrumentos de unidad y de defensa de los trabajadores, organizados a nivel nacional o internacional, no son necesarios y, en todo caso, podrían existir a nivel de la empresa, sin conexiones entre sí, colaborando con los empresarios para mantener el orden social existente.
NI LA HISTORIA NI LA LUCHA TERMINAN EL 20 N
Más de treinta años tras la Transición Democrática, la crisis financiera parece haber puesto patas arriba las conquistas políticas, sociales, culturales, conseguidas en la Constitución de 1978. Es como si la crisis hubiese desatado todos los demonios familiares de la historia atormentada de España, resucitados por la ola de neoconservadurismo que cruza hoy al mundo occidental. En muchos medios de comunicación, publicaciones y sectores políticos y empresariales, se desarrolla una filosofía que actualiza las peores concepciones sobre las relaciones Capital- Trabajo, dominantes hace un siglo o más. Según ésta, la clase de los empresarios es intocable y la mayor aspiración de un joven hoy debe ser llegar a empresario. Los trabajadores manuales o intelectuales, son considerados simples peones de aquéllos. No es el Trabajo el productor de la riqueza, sino el genio del empresariado. Por consiguiente, no tiene por qué haber un Estado de Bienestar que redistribuya las riquezas y disminuya las desigualdades. Para ello, los Sindicatos, como instrumentos de unidad y de defensa de los trabajadores, organizados a nivel nacional o internacional, no son necesarios y, en todo caso, podrían existir a nivel de la empresa, sin conexiones entre sí, colaborando con los empresarios para mantener el orden social existente.
El salto atrás en lo social, acompañado de un sistema político bipartidista, con la desaparición de los conceptos Izquierda y Derecha, que según esa filosofía, ya no tienen razón de ser, existiendo dos partidos que están de acuerdo en no poner en cuestión el Sistema Capitalista.
Y hoy, ante la inminencia de unas elecciones generales, nos encontramos con que no existe una referencia auténtica de Izquierda, capaz de dejar en minoría al partido de la Derecha unida, el PP.
La verdad es que somos muchos los electores de Izquierda o simplemente demócratas, los que en estos momentos nos preguntamos: “¿A quién debo votar?”.
En tales circunstancias, hay dos votos posibles: el voto del mal menor, a Rubalcaba, pensando que, de ese modo, se evita la posibilidad de que las cosas todavía vayan a peor. O bien al voto al referente político que sabemos va a defender nuestras propias opiniones en el Congreso, aunque el efecto sólo sea testimonial.
Si las encuestas se cumplen, habría un Gobierno del PP; y si logra la mayoría absoluta, va a ser más fácil que las cosas vayan a peor.
Por ello, las Izquierdas deben empezar a pensar ya cuál debería ser su estrategia a partir del 20 N.
En tal caso, pienso que la primera obligación sería abordar responsablemente la tarea de la unión de la Izquierda y de las fuerzas progresistas.
En esta perspectiva, es importante el apoyo y la defensa de los Sindicatos, que son la única organización de resistencia con que cuentan los trabajadores, que está en pie con una fuerza y peso social efectivos.
También deberíamos apoyar, respetando su independencia, al 15 M, pues en una situación como la que puede sobrevenir, la acción democrática en calles y plazas puede ser el terreno esencial en el que los ciudadanos tengan que defender sus derechos.
En este momento, habría que acelerar los esfuerzos para crear por fin, con coraje y generosidad, una nueva formación de Izquierda transformadora, unitaria, capaz de recuperar la fuerza social que esta tendencia tuvo en otros tiempos y que fue determinante: una formación adaptada a los nuevos tiempos.
Las elecciones del 20 N son muy importantes; pero ahí no termina ni nuestra lucha ni la Historia, y habrá que seguir la acción por el desarrollo del Estado del Bienestar y la consolidación de la Democracia española.
SANTIAGO CARRILLO
SANTIAGO CARRILLO
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