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Opinión | Gestación subrogada

La necesidad de un diálogo acerca de la gestación subrogada, o los tradicionales vientres de alquiler, en su vertiente comercial, merece ser enfocado como dilema moral partiendo de una ética feminista y humanista.

El poder del lenguaje es un arma utilizada por los liberales, de manera que empleamos “gestación subrogada” como un concepto inclusivo del lenguaje, lo que le hace más legítimo, pero detrás de este maquillaje se encuentra el negocio de los vientres de alquiler. Es más, cuando nos referimos a esta práctica con la expresión “vientres de alquiler” ya nos estamos posicionando.
Se pueden enumerar distintas razones para analizar el uso creciente de técnicas de reproducción asistida, desde el número mayor de especialistas, el aumento de porcentajes de infertilidad en algunos subgrupos sociales, las dificultades para lograr la adopción, las expectativas generadas por las propias y nuevas técnicas, hasta la sensibilización y divulgación del tema a través de los distintos medios de difusión (Candal, 2010, p. 2).

Detrás de este escenario nos encontramos en un contexto definido por el capitalismo y, concretamente, por el neoliberalismo, sistemas que fomentan la desigualdad de género. En este marco, "la concepción natural puede ser sustituida por un proceso de «producción» del hijo y, en consecuencia, subordinado a las reglas de la técnica e, incluso, del mercado" (López y Aparisi, 2012, p. 254). "La cultura neoliberal y la economía de mercado han impuesto un proyecto de vida y una forma de identidad o de éxito basada en tener deseos y satisfacerlos "(Gómez, 2016, p. 684). "La heterosexualidad es una posición económica concreta en la que las relaciones sociales de producción que asignaba a las mujeres actividades no remuneradas derivadas del cuidado (servicios sexuales, gestación y crianza, etc.)." (Turrión, 2013).

La gestación subrogada puede ser considerada como una forma de explotación y como el reflejo de la violencia de género perpetuada en el tiempo a través de relaciones de poder ya que consiste en la venta del propio cuerpo y ponerlo a disposición para la satisfacción del otro.

La realidad demuestra que las mujeres más pobres o vulnerables son las que se encuentran más expuestas a ese tipo de explotación. De manera especial, en aquellos contextos culturales en los que existe una mayor subordinación de la mujer al varón, y rigen estrictos sistemas patriarcales, "las mujeres están especialmente desprotegidas ante la posible instrumentalización de su cuerpo y consiguiente utilización para fines ajenos" (López y Aparisi, 2012, p. 259).

Además, "a través de la literatura antropológica, se ve cómo la esterilidad se ha imputado siempre a las mujeres y en particular a la mala voluntad de su destino individual" (Candal, 2010, p. 4). Así, se produce una desvalorización y deshumanización de la mujer, "convirtiéndola en un mero objeto y además se fomenta el rol reproductor en la mujer, que ha sido socializada en función de la procreación" (Candal, 2010, p. 11). El cuerpo de la mujer queda supeditado a una razón instrumental. La gestación comercial remite a una "nueva noción de ciudadanía censitaria, según la cual, sólo aquellas personas con capacidad económica suficiente tienen garantizada descendencia a demanda" (Gómez, 2016, p. 684).
El derecho a la paternidad no significa que para ejercerlo se pueda disponer del cuerpo de una mujer, bombardeándolo con hormonas, insertándole un óvulo –propio o ajeno- fertilizado, y esperando que la gestación llegue a término para arrebatarle después el hijo, irreversiblemente. Y todo ello por dinero. […] para satisfacer los deseos –que no las necesidades- de unos cuantos hombres ricos. (Falcón, 2017).

Se llama compra porque siempre se realiza a cambio de dinero, aunque cada vez son más los países que solo permiten esta “maternidad” en su “modalidad altruista”. O sea, en la que “la gestante no puede percibir compensación económica alguna”. Paradójicamente, el resto de los participantes (agencias, abogados, médicos, enfermeros…) sí cobran (Fallarás, 2017).

Nos encontramos ante una sociedad de corte liberal y patriarcal, por lo tanto, rigen los principios de poder e individualismo de forma que no se juega en igualdad de condiciones. Los liberales obvian la evidencia de la desigualdad por un interés puramente egoísta, aunque esa corriente de pensamiento sólo haga perpetuar la desigualdad vigente (Barbijaputa, 2017). En este contexto, el cuerpo de la mujer se convierte en un bien de consumo para unos demandantes que se caracterizan por ser "parejas heterosexuales -el más numeroso con diferencia- en las que la mujer posee ovarios pero no puede gestar el embarazo por diferentes motivos, generalmente médicos" (Sabaté, 2017), parejas homosexuales masculinas o varones solos sin pareja.
“[…] de la misma manera que en la esclavitud no solamente se utiliza la capacidad laboral del trabajador sino la persona misma, y por eso es infame, manipular el cuerpo femenino para fertilizarlo, embarazarlo y después sustraerle el 'producto' […].” (Falcón, 2017).

De legalizarse esta actividad, a largo plazo no colaboraría a romper con este frente en el que se expresa la desigualdad de género. Es decir, se mantendría y se normalizaría la cosificación de la mujer, en donde el cuerpo femenino es un medio para conseguir un fin a través de la mercantilización, en algunos casos, ya a través de empresas de manera transnacional, es decir, deslocalizada. Los beneficios se distribuyen entre comercializadoras, servicios jurídicos y sanitarios, empresas satélites que rodean el negocio, Estados y gestantes. "Conviene advertir que, éstas últimas, sólo perciben el 0,9% de los ingresos generados por el negocio de los vientres de alquiler, por lo que cabría calificarse de proxenetismo reproductivo" (Gómez, 2016, p.687). De manera que se generan nichos de negocios sobre esta práctica que prácticamente vulneran esa “gestación altruista”.

"Estas mujeres están dispuestas a alquilar su vientre a cambio de dinero que les permita mantener a sus hijos o conseguir una casa para poder criarlos en condiciones dignas" (Candal, 2010, p. 3). "Cuando uno no tiene nada, le queda el cuerpo" (Huertas, 2017). La mercantilización del cuerpo de la mujer "que transforma la subrogación en un trabajo de sobrevivencia frente a la crisis económica y el desempleo" (Candal, 2010, p. 12). Todo ello que supone un refuerzo del patriarcado. "El cuerpo pierde su valor ético mientras aumenta su valor técnico y comercial, su disponibilidad científico-técnica" (Candal, 2010, p. 5).

Esta normalización supondría el aumento de la demanda así como de la desigualdad. Su legitimación está impidiendo que la igualdad de género sea una realidad, entre otros aspectos. Seguiría existiendo una dominación masculina pues, en palabras de Marx (citado en Gimeno 2012:96) “la dominación está localizada en el principio de intercambio de mercancías”.
La existencia de legislaciones que aceptan la figura de la maternidad por subrogación (por reconocimiento jurídico expreso, por tolerancia jurídica ante ausencia de normas…), unido a contextos culturales, económicos, sociales, etc. que puedan favorecerla, ha determinado el surgimiento de lo que se suele denominar «industria de la fertilidad», «turismo procreativo» o «turismo dela fertilidad» (López y Aparisi, 2012, p. 264).

En este sentido la abolición de estas prácticas no significa no legislar sobre ellas, sino no legalizarlas a través de una regulación marcada por la ética dialógica y el disenso.
Al igual que no está permitida la venta de órganos, y nadie parecer cuestionarlo, no es lícito ni ético alquilar un cuerpo durante nueve meses, con todo lo que conlleva además a nivel psicológico para la mujer. Sin embargo, el sistema patriarcal hace que veamos como preferente el deseo de unos señores privilegiados a las consecuencias de esta nueva forma de explotación del cuerpo de las mujeres. De las mujeres más pobres, por supuesto. (Barbujaputa, 2017) .

Quizás haya una defensa de esta práctica a través del argumento de la libertad de elección por parte de la mujer. Libres, sí, pero atadas por los poderes económicos y constreñidos por una estructura claramente opresora. Sin embargo, la gestación subrogada se desarrolla en términos de libertad individualista, de corte liberal. La libertad de elección en el marco actual atiende al concepto de libertad negativa, esa libertad individual, que no se dirige por el bien común sino que están condicionadas por factores como la pobreza, falta de recursos culturales, escasa autonomía, entre otras que se dan en sociedades patriarcales. "Es posible que exista un abuso de las situaciones socioeconómicas que puedan estar atravesando, en ese caso la decisión no es libre sino que está motivada por ejemplo por una necesidad económica imperiosa" (Arteta-Acosta, 2011, p. 94).

Sin embargo, el mensaje que nos fomenta el neoliberalismo: "Que los privilegiados hagan lo que quieran aprovechándose de que la gran parte del mundo no tiene opciones para elegir" (Barbijaputa, 2017).

Se entiende que la libertad reproductiva como derecho humano implica igualdad de expectativas y oportunidades basadas en ayudar a mitigar las desventajas de género que sufren las mujeres en relación con la reproducción. También conlleva la promoción del bien y bienestar de la mujer. Pero si la subrogación genera "mayores inequidades sociales y representa daños y reducciones al bienestar emocional, este tipo de libertad reproductiva no es posible pensarla para amplios sectores de mujeres" (Candal, 2010, p. 12).
El sujeto humano se reduce a un ser pensante y autónomo, mientras que su cuerpo es «algo», una cosa de la que puede disponer a discreción y que no le constituye esencialmente como persona. En consecuencia, el dualismo considera que la dimensión corporal, al igual que el resto de la naturaleza, puede ser tratada como un objeto disponible y susceptible de cualquier transacción. Ello, como se puede advertir, desemboca en un liberalismo extremo, que no establece límites a la libertad contractual. Todo puede ser objeto de un contrato, también el cuerpo humano y sus funciones más esenciales (López y Aparisi, 2012, p. 259).

Ante la propuesta del partido político Ciudadanos de crear una ley para legalizar la gestación subrogada debemos saber que esta práctica es ilegal en España. El artículo 10 de la Ley 10/2006 contempla que el contrato por el que convenga la gestación será nulo, así mismo el artículo 21 del Convenio Europeo sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina indica que “el cuerpo humano y sus partes como tales no deben ser objeto de lucro”. El Comité de Bioética de España pide “prohibir la maternidad subrogada al considerar que todo contrato de gestación entraña una explotación de la mujer y un daño a los intereses superiores del menor”. Sin embargo, debemos reivindicar que los menores nacidos por esta técnica tengan toda la protección jurídica.

En conclusión, en cierto sentido, estas prácticas son muy lucrativas y simbolizan la desigualdad sexualizada, "ponen el cuerpo, la capacidad reproductiva y la salud de las mujeres a disposición del mercado y garantizan la prerrogativa histórica de acceder, controlar y explotar la sexualidad o la reproducción femenina" (Gómez, 2016, p. 684).

Debemos reivindicar unas condiciones más accesibles a la adopción porque "los niños que ya han nacido sí tienen derecho a tener una familia por ellos mismos, no por el derecho a ser padres"(Barbijaputa, 2017).
Quizás lo que ocurre es que hay que salir del esquema mental del neoliberalismo y admitir que no todo se puede comprar. Y que hay que soportar la frustración, tal vez, de que no puedas tener hijos, porque eres un hombre, o por un problema físico, qué se va a hacer. (Huertas, 2017).

Debemos dar más voz a las mujeres, a través de una lógica discursiva, para conocer desde sus propias experiencias y contextos el significado de llevar a cabo esta gestación ya que es necesario atender a sus necesidades y empoderarlas para que puedan salir de este proceso. Debemos caminar, por un lado, desde la moral, la educación, la socialización en igualdad.
“Las cosas tienen precio, las personas dignidad.”

Kant.

Referencias bibliográficas.

 
Arteta-Acosta, C. (2011). Maternidad subrogada. Revista Ciencias Biomédicas, 2(1).

Candal, L. (2010). La maternidad intervenida. Reflexiones en torno a la maternidad subrogada. Revista Redbioética, (1), 174-188.

Garrido, M. F. (2016). Gestacion subrogada o vientres de alquiler. Món jurídic: butlletí del Col. legi d'Advocats de Barcelona, (306), 26-28.

Gómez, L. N. (2016). Una nueva cláusula del Contrato Sexual: vientres de alquiler. Isegoría, (55), 683-700.

López Guzmán, J., & Aparisi Miralles, Á. (2012). Aproximación a la problemática ética y jurídica de la maternidad subrogada.

Referencias web.

Carta pública a Errejón: las mujeres no somos vientres de alquiler (2017) por Lidia Falcón http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/02/09/carta-publica-a-errejon-las-mujeres-no-somos-vientres-de-alquiler/

Cuatro preguntas para entender qué es la gestación subrogada y por qué causa tanta polémica (2017) por Jordi Sabaté http://www.eldiario.es/consumoclaro/ser_madres/gestacion-subrogada-legal-espana_0_635186772.html

El Comité de Bioética pide que se prohíba la gestación subrogada (2017) por Marisa Kohan http://www.publico.es/sociedad/vientres-alquiler-comite-bioetica-pide.html

El mercado humano (2017) por Begoña Huertas http://www.eldiario.es/zonacritica/feria-neoliberal-mercadillo-humano_6_640145981.html

El vientre de la mujer como objeto de consumo (2017) por Cristina Fallarás http://www.publico.es/opinion/vientre-mujer-objeto-consumo.html

Os ventres de alugueiro: A nova fronteira da mercantilización? (2017) por Marcos Pérez Pena http://praza.gal/movementos-sociais/14220/os-ventres-de-alugueiro-a-nova-fronteira-da-mercantilizacion/

Se alquila vientre (20107) Carne Cruda http://www.eldiario.es/carnecruda/programas/alquila-vientre_6_642245774.html

Sobre los vientres de alquiler o, en neolengua, gestación subrogada (2017) por Barbijaputa http://www.eldiario.es/zonacritica/liberalismo-vientres_de_alquiler-gestacion_subrogada-maternidad-barbijaputa_6_624397573.html

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