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Las mujeres de la Revolución Rusa


                                                                                   
                                                                                                                                              Area da Muller - Fuco Buxan

… Sin ELLAS no sería posible…
…Un 8 de marzo que cambió el país… Un ejemplo para el mundo…


En este mes de octubre, aniversario de la revolución Rusa, llama la atención como muchas publicaciones de tirada nacional, e incluso alguna de ellas dirigidas por mujeres (Historia y vida, Muy historia, etc.) no señalan el papel de la mujer en dicha revolución. No aparece el nombre de mujeres que fueron clave en el desarrollo de la misma, ni tampoco las conquistas sociales que ellas impulsaron.

Parecen ajenas a las muchas publicaciones, tesis doctorales o libros que desde 1991 se han beneficiado del mayor acceso a los archivos de la antigua Unión Soviética.

Bolshevik Women [Mujeres bolcheviques] (Cambridge: Cambridge University Press, 1997) de Barbara Evans Clements, es una biografía colectiva que se enfoca en una selección de militantes de mucho tiempo del partido. Bolshevik Women se enfoca en militantes prominentes como Elena Stasova, miembro del Comité Central y secretaria del CC en Petrogrado en 1917 o Evgeniia Bosh quien fue descrita como “uno de los líderes militares más capaces que emergieron en esta primera etapa” de la Guerra Civil, o la colaboradora de Lenin, Inessa Armand, quien Lenin envió para organizar la campaña Bolchevique para que sus partidarios fueran elegidos a la Duma y la primera directora del Zhenotdel hasta su muerte en 1920.

La valiosa obra de Wendy Goldman, Women, the State and Revolution: Soviet Family Policy and Social Life, 1917-1936 [Las mujeres, el estado y la revolución: Las políticas sobre la familia y la vida social soviéticas, 1917-1936] (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), se enfoca en los Códigos Familiares de 1918, 1926 y 1936 como puntos decisivos de la política soviética que sirven como indicadores del programa del estado y del partido sobre la cuestión de la mujer.

El 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer de Trabajadora (23 de febrero según el calendario gregoriano) comienza a celebrarse, en el ámbito socialista europeo, a propuesta Clara Zetkin y Kathy Duncker, a partir del II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas celebrado en 1910 en Copenhague (Dinamarca), en un acto de solidaridad internacional con las delegadas de USA. En esta segunda conferencia se adoptó también una resolución sobre la paz.

En Rusia la activista bolchevique Konkordia Samoilova (editora fundadora del periódico ruso Pravda en 1912), lo había dado a conocer en 1913 siendo celebrado desde ese año en adelante. Solía ser un acontecimiento público más bien pequeño en unas pocas ciudades.

En esta ocasión no estaban previstas grandes acciones, más allá del reparto de octavillas y alguna asamblea.

En febrero de 1917, el 47 por ciento de la clase obrera de Petrogrado eran mujeres. Muchos hombres estaban en el frente. Eran mayoría en la industria textil, del cuero, del caucho, y numerosas en oficios que antes habían tenido vedados: los tranvías, las imprentas o la industria metalúrgica, donde había unas 20.000. Las obreras también eran madres: debían garantizar el pan de sus hijos. Y, antes de ir a la fábrica, hacían interminables colas (unas 40 horas semanales) para conseguir algo de comida, acampando durante la noche, en pleno invierno ruso. Lo mismo sucedía en la producción textil del centro del país.

En 1917 apenas habían pasado 50 años desde la abolición de la servidumbre, los campesinos constituían el 85 por ciento de la población. Éstos vivían en un sistema de aldeas con una rígida jerarquía patriarcal. La ignorancia y el analfabetismo eran la norma, la superstición era endémica. Las antiguas instituciones de la familia campesina (dvor) y las aldeas comunales determinaban la propiedad de la tierra y el sustento.

Las mujeres campesinas eran prácticamente esclavas; por ejemplo, una batrachka era una campesina que se alquilaba una temporada como “esposa”, siendo despedida cuando quedaba embarazada. Una campesina describió su vida así: “En el campo ven a las mujeres como caballos de tiro. Trabajas toda la vida para tu esposo y toda su familia, soportas golpizas y toda clase de humillaciones, pero no importa, no tienes a dónde ir; estás encadenada al matrimonio.”

Mientras la Primera Guerra Mundial continuaba, era necesario más empleo. El porcentaje de mujeres en las fábricas se duplicó y triplicó. La industria armamentística de Putilov estaba también produciendo a las obreras y obreros más concienciados y organizados. La militancia femenina era disputada por las diversas tendencias políticas. Tanto los bolcheviques como los mencheviques tenían periódicos especiales para la mujer trabajadora, la Rabotnitsa (la obrera), publicado por los bolcheviques y el Golos Rabotnitsy, por los mencheviques.

Este 8 de marzo las mujeres de algunas empresas textiles del barrio de Viborg decidieron declararse en huelga. A las diez de la mañana se habían reunido unas veinte mil. Desfilaban exultantes y combativas por la avenida Nevsky hacia el Parlamento (Duma) para protestar contra la escasez alimentaria y los dos millones de muertes que trajo consigo la I Guerra Mundial.

Las protestas se sucedieron durante semanas, sin que la represión lograse aplacarlas. Antes que disparar a los manifestantes, algunos de los soldados prefirieron fusilar a sus oficiales y unirse a los motines. “A la exigencia de ‘Pan’ se le unen las consignas de ‘Abajo el zar’ y ‘Abajo la guerra’. Según, el testimonio del obrero Iliá Mitrofánovich Gordienko, “al aparecer los temidos cosacos las obreras tomaron la iniciativa, rodearon a los cosacos con una compacta cadena humana. Gritaban: “Nuestros esposos, padres y hermanos están en el frente”. “Y aquí soportamos el hambre, la carga de trabajo, los insultos, las humillaciones y los abusos. Ustedes también tienen madres, esposas, hermanas e hijos, ¡exigimos pan y el fin de la guerra!”.

A través de las ventanas de la fábrica se escuchaba voces femeninas procedentes de las calles: "¡Abajo la guerra! ¡Abajo los precios altos! ¡Abajo el hambre! ¡Pan para los trabajadores!", relataba también el obrero bolchevique Ilya Mitrofanovich Gordienko, testigo de aquella jornada.

Las mujeres jugaron un papel decisivo. Trotsky escribe: “La mujer obrera representa un gran papel en el acercamiento entre los obreros y los soldados. Más audazmente que el hombre, penetra en las filas de los soldados, coge con sus manos los fusiles, implora, casi ordena: «Desviad las bayonetas y venid con nosotros». Los soldados se conmueven, se avergüenzan, se miran inquietos, vacilan; uno de ellos se decide: las bayonetas desaparecen, las filas se abren, estremece el aire un hurra entusiasta y agradecido; los soldados se ven rodeados de gente que discute, increpa e incita: la revolución ha dado otro paso hacia adelante.”.

El poder, sea como fuere, ya no estaba en el trono, y el 15 de marzo, el zar Nicolás II, por consejo del jefe del ejército y dos diputados de la Duma, abdicó.

Desde febrero a octubre de 1917, las mujeres participaron en el movimiento revolucionario y se organizaron autónomamente en la defensa de sus propias reivindicaciones.

La I Conferencia Metropolitana de Trabajadoras de Petrogrado, convocada por Rabotnitsa en octubre de 1917, tuvo que clausurarse antes de lo previsto para que las delegadas participaran en la insurrección; más tarde fue continuada. Entre sus principales logros estuvieron las resoluciones a favor de la jornada de trabajo estandarizada de ocho horas y la prohibición del trabajo de niños menores de 16 años. Uno de los fines de la conferencia era movilizar a las obreras que no pertenecían al partido para el levantamiento y ganarlas a las metas que el gobierno soviético quería realizar tras establecer la dictadura del proletariado.

Para las mujeres la victoria de la revolución era también el primer paso para su emancipación. En esa época, las leyes zaristas declaraban que la mujer debía “obedecer a su marido como cabeza de familia, ser amante y respetuosa…”; no podía tener pasaporte o trabajar sin el consentimiento del marido; el divorcio estaba en manos de la Iglesia, o sea, prácticamente no existía; el marido se convertía incluso en dueño de cualquier herencia que recibiera la mujer; en las fábricas, las mujeres debían soportar jornadas agotadoras cobrando menos que los hombres, la situación aún era peor, como se señaló anteriormente la mujer campesina era casi una esclava, del trabajo y del hogar.

Es durante este periodo, también conocido como Revolución de Octubre, cuando las mujeres adquieren un mayor poder tanto en derechos como en representación política. Las quejas que expresaron las obreras de Petrogrado son el punto de origen de todas y cada una de las conquistas que llevaron a cabo figuras como Aleksandra Kollontai (1872-1952), Nadezhda Krúpskaya (1869- 1939) e Inessa Armand (1874-1920), tres de las principales líderes bolcheviques que hicieron del feminismo un nuevo sistema económico y social.

No se esperó un minuto para resolver los problemas más apremiantes de las mujeres en el plano legal, liquidando las leyes más retrogradas y, en el plano concreto, expropiando los medios de producción para comenzar a construir una sociedad más justa y humana.

En él, la mujer obrera no sólo era la esencia de todas y cada una de sus propuestas, sino la protagonista del nuevo mundo que estaba aún por inventar.

En la nueva legislación soviética se establecía el derecho al voto de las mujeres así como su candidatura, el derecho al divorcio, la despenalización del aborto (legalizado en 1920), la igualdad de salarios entre obreras y obreros y el seguro de maternidad. Con él las mujeres tenían ocho semanas de licencia de maternidad con total remuneración, recesos para la lactancia e instalaciones de descanso en las fábricas y servicios médicos gratuitos antes y después del parto. También se aprobó el matrimonio civil y el nuevo Código sobre el Matrimonio, La Familia y la Tutela (1918). Se extendieron las mismas garantías de pensión alimenticia tanto en los hombres como en las mujeres y se permitió el divorcio sin justificación en ambas partes. Además, también se acabó con la distinción de hijos legítimos o ilegítimos, ya que todos los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio registrado tenían los mismos derechos.

Respecto a la homosexualidad, "La legislación soviética declara la absoluta no interferencia del Estado y la sociedad en las cuestiones sexuales. (…) Respecto a la homosexualidad, sodomía y otras formas de placer sexual, que en la legislación europea son calificadas de ofensas a la moralidad, la legislación soviética las considera exactamente igual que lo que se conoce como relación ’natural”. Así, los bolcheviques derogaron las leyes en contra de la homosexualidad en diciembre de 1917, medio siglo antes que los primeros países capitalistas en hacerlo.

El derecho al aborto legal y gratuito también se conquistó en Rusia por primera vez en la historia, el 18 de noviembre de 1920, cuando Alejandra Kollontai promovió un decreto que lo declaraba como un derecho libre y gratuito. Pasado un siglo, hoy seguimos luchando por este derecho en gran parte del planeta. Y miles de mujeres mueren en abortos clandestinos.

Estas visiones se reflejaron en la arquitectura de los constructivistas. Los edificios de apartamentos de Moisei Ginzburg, tanto grandes como pequeños, expresaron la nueva época. Las lavanderías y comedores comunes fueron considerados un gran éxito. El parque de juego para los niños era visible desde la cocina de cada apartamento, y el tamaño del espacio podía ser modificado moviendo enormes paredes de madera sobre ruedas.

La Política de las y los Bolcheviques para la liberación de las mujeres consistía en cuatro pilares fundamentales: terminar con el trabajo doméstico por medio de la socialización, la unión libre, la extinción de la familia burguesa y la incorporación al mundo del trabajo. Muchas de estas transformaciones, nunca antes vistas en la historia, se adelantaban en términos democráticos a cualquier estado capitalista. La Constitución Soviética dio a la mujer el derecho al voto, a ser elegida a cargos públicos, concedió el divorcio, el principio de igualdad salarial por el mismo trabajo, el derecho a amamantar en el horario laboral, la prohibición del trabajo infantil y del trabajo nocturno para las mujeres. También se dio paso al matrimonio civil y los hijos nacidos fuera del matrimonio los reconoció como legítimos. Una de las mayores conquistas legislativas fue el programa de Seguro de Maternidad diseñado e impulsado por la propia Alejandra Kollontai: ocho semanas de licencia de maternidad plenamente remunerada, recesos para la lactancia e instalaciones de descansos en fábricas, servicios médicos gratuitos, antes y después del parto y bonos en efectivos. Encabezados por una doctora bolchevique, Vera Lebedeva, se implementó una red de clínicas de maternidad, consultorios, estaciones de alimentación, enfermería y residencias para madres e infantes.

Mientras trabajaba para maximizar los recursos con los que contaba, el joven régimen bolchevique hizo cuanto pudo por cumplir la promesa de la emancipación de la mujer. Se creó el Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras de toda Rusia, que a su vez permitió que surgieran instituciones como la Secretaría de Mujeres (Zhenotdel) en 1919, un departamento del partido dirigido a las necesidades de la mujer.

Sin embargo, a cada paso sus esfuerzos se toparon con el hecho de que, sin una inyección masiva de recursos, los resultados estaban limitados en todos los aspectos.

Pero este problema no era sólo una preocupación de las mujeres marxistas. El propio Lenin decía que, “La verdadera emancipación de la mujer debía incluir no solamente la igualdad, sino también la conversión integral del trabajo doméstico al socializado”. También León Trostsky dijo que en cuanto el “lavado estuviera hecho por una lavandería pública, la alimentación por un restaurante público y la costura (...) el lazo entre marido y mujer sería liberado de todo factor externo y accidental”.

Alejandra Kollontai, la primera mujer en ocupar un ministerio, como Comisaria del Pueblo para la Seguridad Social entre 1917 y 1918, decía que “la costura, la limpieza y el lavado se debían transformar, bajo el Estado obrero, en ramas de la economía como la metalúrgica o la minería.

Dirigió el (Zhenotdel) hasta 1922. Difundió a través de su propio periódico mensual Kommunistka (Mujer Comunista) las ideas revolucionarias y los distintos conceptos políticos, económicos y educativos de aquel tiempo.

"Mis tesis, mis opiniones sexuales y morales fueron amargamente combatidas por muchos camaradas de ambos sexos del partido", confesaría en sus memorias.

Motivo por el cual la propia directiva decide apartarla otorgándole el puesto de diplomática en la delegación de la representación de la Rusia Soviética en Noruega. Su retirada total se produciría en 1925.

Se buscaba que la mujer fuera un animal político con voz y voto en todos los sectores de la vida pública. Con capacidad de decisión en el plano laboral, familiar y sexual. Una mujer nueva, como definió Kollontai. "La mujer nueva ya está aquí, existe. Ya la conocéis, estáis acostumbrados a encontrarla a todos los niveles de la escala social: desde la obrera a la científica, desde la modesta oficinista a la artista brillante. Cada día la encontráis más a menudo en la vida normal, pero solo desde los últimos años empezáis a reconocer sus rasgos en los de las heroínas literarias".

Este fragmento, rescatado en Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada y otros textos sobre el amor, Alejandra Kolontai, demuestra el largo litigio que supuso introducir a la mujer en el trabajo productivo así como la nacionalización de la protección maternal (El Estado participa en la educación y el cuidado de los niños/as para quitarle cargas domésticas a la mujer). Los dos principales logros de su carrera política y los que la apartaron del partido. Su crítica hacia las decisiones que tomaban los líderes (Lenin y Trotsky) y sus ideas acerca de la moralidad sexual femenina (amor libre o amor camaradería) no casaban con muchos de los miembros del partido.

Lejos de la consideración burguesa de la prostitución como un escándalo moral, Kollontai, férrea defensora de la liberación de la sexualidad y de la idea de que debía ser la clase obrera la que avanzara en la conquista de una nueva moral sexual capaz de romper con el puritanismo y la monogamia tan funcionales al patriarcado capitalista, consideró la prostitución una institución que condenaba a las mujeres pobres y que además era totalmente contraria a la idea socialista del amor libre, entre iguales, por estar fuertemente vinculado a una relación comercial.

Por tanto, la lucha contra la institución de la prostitución se ejercía a través de la defensa del derecho de las mujeres a gozar del deseo sexual igual que lo hacen los hombres, sin renunciar a la solidaridad y la igualdad entre ellos. Si la prostitución es una realidad que surge con la sociedad de clases, y que se extiende a nivel mundial gracias a la confluencia entre patriarcado y capitalismo, es una utopía pensar que podrá desaparecer dentro del sistema económico que la produce.

A la vez entendiendo que de nada sirve la persecución ni la criminalización de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución; por lo que es necesario acabar con la situación de pobreza o precariedad en la que se encuentra una gran parte de las mujeres trabajadoras y que cada día empujan a más mujeres y jóvenes a la prostitución. Y que existe un gran comercio mundial que son las redes de trata.

Nadezhda Krúpskaya, esposa de Lenin y una de las miembros destacadas del Partido Comunista soviético, le influyeron desde muy joven los escritos de Marx. Sus líneas fueron las culpables de toda su labor política posterior.

Entre sus primeros pasos dentro del partido bolchevique destaca la difusión del periódico Iskra (La Chispa), donde estuvo como secretaria de redacción. También fue miembro de la Sociedad Pedagógica Pestalozzi en Suiza y de los Museos Pedagógicos de Friburgo y Berna.

Con el triunfo de la Revolución de Octubre, Krúpskaya contribuyó al desarrollo del sistema educativo soviético y creó toda la red de bibliotecas para el estado obrero. Su principal objetivo fue movilizar a las masas trabajadoras a través de la lectura y aumentar así el nivel cultural y la difusión de la teoría marxista-lenista.

Para Krúpskaya la alfabetización era el arma más poderosa con la que se podía defender un obrero de las "garras opresoras" del capitalismo. Una de las razones por las que decidió profesionalizar la carrera de Biblioteconomía. "Los bibliotecarios debían hacer de cada biblioteca un centro ideológico que ayudaría a construir el socialismo", llegó a decir en una ocasión.

La revolución de las masas empezaba en los libros. "Es necesario aumentar la publicación de libros de cien o mil veces. Actualmente, dado el colapso general de la economía, esto es imposible de lograr. Por tanto, sólo tenemos una solución: pasar de la persona a la propiedad de uso colectivo de libros. El uso colectivo de los libros sólo es posible con el desarrollo de una amplia red de bibliotecas'', exponía la propia líder en 1934.

Estuvo como adjunta del Comisario del Pueblo de Educación, donde se encargó de fijar los criterios y competencias del sistema de educación soviético y formó parte del equipo experto que redactó el Decreto sobre la Centralización de las bibliotecas rusas. Fue a partir de 1937 cuando ya apareció como miembro del Presidium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética.

Su lucha feminista se materializó en las páginas de Rabotnitsa (La Obrera), el periódico bolchevique en el que también colaboraban Inessa Armand o Anna Ulianova-Elizarova, hermana de Lenin. En su primer número, Krúpskaya solicitaba la unión de las obreras y obreros para derribar las normas de la burguesía y así proteger los intereses de los trabajadores. "Cada clase tiene sus propios intereses. La burguesía tiene los suyos, la clase obrera tiene otros. Sus intereses son opuestos. La división entre hombres y mujeres no tiene gran importancia para las mujeres proletarias. Lo que une a las mujeres trabajadoras con los trabajadores es mucho más fuerte de lo que les divide”.

Inessa Armand o Helène Blonina (pseudónimo con el que a veces firmaba) fue otra de las líderes de la revolución feminista en la Rusia soviética. Nacida en París en 1874, la escritora ensalzó la importancia de la mujer dentro del nuevo sistema político. Su matrimonio con el industrial ruso Alexander Armand le llevó a Rusia, donde accedería al Partido Obrero Socialdemócrata.

Tenía 29 años y un sinfín de nuevas ideas por desarrollar. Su compromiso con el partido y la difusión de propaganda comunista la condenaron a vivir en Mezen (Rusia) durante dos años, aunque logró escaparse a París en 1908. Allí conoció a Vladimir Illich Ulianov, Lenin, que pasaría a ser no sólo un camarada del partido, sino su amante.

Su implicación con la causa bolchevique la llevó a la secretaría del Comité de Relaciones Exteriores del partido donde coordinó a todas las fuerzas que se repartían por Europa. Organizó en Suiza la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas contra la Guerra en 1915.

Fue Armand quien Lenin envió para organizar la campaña Bolchevique para que sus partidarios fueran elegidos a la Duma.

Dos años más tarde, ya con Lenin aposentado en el Palacio de Invierno, Armand colaboró con Kollontai en el Primer Congreso Panruso de Trabajadoras y Campesinas (1918). Fue entonces cuando dio a conocer públicamente sus propuestas para que la mujer se librase de las cadenas domésticas y pasase a ser un miembro activo del partido y de la revolución. "Bajo el capitalismo, la mujer obrera debe soportar el doble fardo de trabajar en la fábrica y luego realizar las tareas domésticas en el hogar. No solamente debe hornear y tejer para el patrón, sino que también debe lavar, limpiar y cocinar para su familia... Pero hoy es diferente. El sistema burgués está en vías de desaparición. Nos acercamos a la época de construcción del socialismo".

En 1920 se puso al frente del Zhenotdel . Su último aliento guerrero quedó plasmado en la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, donde se reafirmó en todos y cada uno de sus principios políticos. "Gracias a la creación de los comedores públicos, la cocina desaparece poco a poco de la economía doméstica. La cocina casera, tan glorificada por los burgueses, pero que desde el punto de vista de la economía no es en absoluto adecuada al objetivo, es para las campesinas y en especial para las obreras un castigo insoportable que les consume todo el tiempo libre, las priva de la posibilidad de ir a las reuniones, de leer y de tomar parte en la lucha de clases".

Fue el número cinco de su periódico la Kommunistka, el que anunció la muerte de Inessa Armand, el 24 de septiembre de 1920. Con tan sólo cuarenta y seis años, el cólera acabó con su vida. De manera excepcional, Inessa Armand recibió un funeral de estado y se convirtió en la primera mujer en ser enterrada en la Plaza Roja.

Larisa Reisner fue descrita por algunos contemporáneos como la "Valquiria de la Revolución Rusa". Sirvió el prototipo de la imagen típica de la mujer revolucionaria en el arte.

Nacida en Polonia, descendió de una familia de un profesor de derecho. Después de adquirir la educación superior en San Petersburgo, Reisner comenzó su carrera literaria. Fue publicada en una revista literaria anti-guerra "Rudin", y después de la Revolución de Febrero, trabajó para el periódico del escritor ruso Maxim Gorky Novaya Zhizn.

En 1917, durante su trabajo en el Instituto Smolny como secretaria de Lunacharsky, participó en la preservación de monumentos artísticos. Después de unirse al partido bolchevique Reisner hizo una carrera única para una mujer - se convirtió en un político militar. En 1919 sirvió como Comisario en el Cuartel General del Estado Mayor Naval en Moscú.

En octubre de 1923 viajó a Alemania para ser testigo de primera mano de la Revolución y escribir colecciones de artículos, que más tarde se publicaron bajo los nombres de "Berlín, octubre de 1923" y "Hamburgo en las barricadas".

La revolución estaba sentando las bases para un nuevo tipo de familia y de relaciones humanas en general. Un verdadero avance hacia la nueva sociedad.

Cuanto más intensa fuera la lucha contra la vieja moral burguesa, más se ampliaban los elementos para poner en cuestión. Cada vez eran más los "enigmas de la vida" que comenzaban a ser discutidos. Y por supuesto, el amor, o las relaciones entre los individuos no escaparon a ello como queda evidenciado en los debates de la época.

Otras mujeres militantes destacadas fueron Elena Stasova, miembro del Comité Central y secretaria del CC en Petrogrado en 1917. Otra es Evgeniia Bosh, a quien Víctor Serge describió como “uno de los líderes militares más capaces que emergieron en esta primera etapa” de la Guerra Civil (citado en Clements, Bolshevik Women). Bosh se suicidó en enero de 1925 cuando la fracción de Stalin purgó a Trotsky como Comisario del Pueblo para la Guerra.

Menos conocidas son Konkordiia Samoilova, otra antigua militante, cuyo trabajo después de 1917 se enfocó en actividades del Zhenotdel; Klavdiia Nikolaeva, que fue depuesta como directora del Zhenotdel en 1925 debido a su apoyo a la Oposición antiburocrática; Rozaliia Zemliachka, que se convirtió en una burócrata endurecida y fue la única mujer que formó parte del Consejo de Comisarios del Pueblo bajo Stalin; y Alexandra Artiujina, que dirigió el Zhenotdel desde 1925 hasta que Stalin lo suprimió en 1930.

El Código de 1918, “la legislación más progresista que el mundo había visto jamás”, dio paso al Código de 1926 que tuvo efecto en un periodo de intensa lucha política entre la burocracia estalinista y las corrientes opositoras que la enfrentaron, principalmente la Oposición de Izquierda de Trotsky. El Código Familiar de 1936, que rehabilitó a la familia.

Repudiando el compromiso bolchevique de no interferencia en la vida personal, se declaró que la teoría de la “extinción de la familia” llevaba al libertinaje sexual, mientras que las alabanzas a las “buenas amas de casa” empezaron a aparecer en la prensa soviética a mediados de los años 30. Un editorial de Pravda de 1936 denunciaba un plan habitacional sin cocinas individuales como una “desviación de izquierda” y un intento por “introducir artificialmente la vida comunal”. Como dijo Trotsky: “El retroceso reviste formas de una hipocresía desalentadora y va mucho más lejos de lo que exige la dura realidad económica.”

Para el gran perjuicio de las mujeres soviéticas, el Código Familiar de 1936 criminalizó el aborto y la tasa de muertes por aborto aumentó mucho. Al mismo tiempo, el gobierno empezó a emitir “condecoraciones a heroínas” para las mujeres que tuvieran un gran número de hijos, mientras que los funcionarios de gobierno decretaban que en la Unión Soviética “la vida es feliz” y que sólo el egoísmo llevaba a las mujeres al aborto. El Código Familiar de 1944 retiró el reconocimiento de los matrimonios de facto, restauró el humillante concepto de “ilegitimidad”, abolió la coeducación en las escuelas y prohibió las demandas de paternidad. El aborto no volvió a ser legal en la URSS hasta 1955.

La burocratización de la revolución primero, y la restauración del capitalismo después, hicieron retroceder todo ese proceso y las mujeres perdieron sus mayores conquistas. Pero este es tema de otro artículo.

Bibliografía:

International Communist Leage ( Fouth International ) La Revolución Rusa y la emancipación de la mujer (Mujer y Revolución).

Lub, C. Mujer y revolución: la experiencia del siglo XX para pensar el siglo XXI.

Salas, M. Febrero 1917: Las mujeres inician la revolución. 






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