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Palestina: La carretera del apartheid - Michele Giorgio

Palestina: La carretera del apartheid - Michele Giorgio | Sin Permiso



Palestina: La carretera del apartheid

Michele Giorgio 

08/03/2019
No resulta fácil llegar hasta la Ruta 4370 desde el centro de Jerusalén. En dirección noreste, tras rebasar el asentamiento israelí de French Hill, hay que girar en dirección a Jericó. Se pasan edificios de todas las formas y tamaños del campo de refugiados de Shuaffat, construidos unos encima de otros, a la izquierda y se toma la salida de a-Tur. Por último, después de atravesar calles casi desprovistas de toda señalización, se llega a una apertura en el muro de cemento, que construyó Israel alrededor del conjunto de Jerusalén,  incluyendo su parte oriental, árabe, ocupada en 1967.
Una gran puerta corredera de metal, recién instalada, queda abierta para los que vienen de Jerusalén, pero permanece cerrada para quienes viven en la Cisjordania ocupada.  Desde hace unas semanas, ha supuesto un obstáculo en la vida diaria de decenas de miles de palestinos. La controla la policía israelí.
Del otro lado está la Ruta 4370, que comunica la carretera nacional de Tel Aviv-Jerusalén con la colonia de Geva Binyamin. Las autoridades israelíes dicen que se trata de una “circunvalación” que permitiría que el tráfico fluyera de modo fluido en la entrada oriental de Jerusalén. Sin embargo, para los palestinos, así como para los activistas judíos contra la ocupación, la Ruta 4370 resulta más bien la “carretera del apartheid” por excelencia, la prueba de las intenciones de Israel de desarrollar dos redes de carreteras segregadas: una para los palestinos bajo ocupación y otra para los israelíes. Si se mira el plano  de la Ruta 4370 desde arriba, es difícil ver qué otra cosa se podría llamar.
La carretera, planificada primero en 2005 y cuya construcción había quedado interrumpida en 2017, discurre ahora a lo largo de unos cinco kilómetros y dispne de dos carriles, separados por un alto uro de cemento, que en algunos lugares llega a los ocho metros de alto. El carril oeste sólo resulta accesible para los palestinos, mientras que el carril este es para uso exclusivo de los israelíes. Permite a los colonos israelíes que viven en asentamientos al sur de Ramala entrar más fácilmente en  Jerusalén, circunvalando el puesto de control militar cerca de la aldea de Hizma.
Por otro lado, el carril palestino bloquea el acceso a Jerusalén y continúa hacia el sur de Cisjordania. Las obras siguen todavía en marcha, y una vez finalizadas, la Ruta 4370  encerrará a los palestinos que se desplazan del sur de Cisjordania a Ramala por la Ruta 1, que lleva hasta Jerusalén.
Mazen Malhi, vendedor ambulante, ha abierto un puesto en la Ruta 4370 en los últimos días y vende café y té a los automovilistas, que conducen casi todos vehículos con matrículas blancas, registradas por la Autoridad Nacional Palestina. “De cuando en cuando pasan coches y camiones con matrículas [israelíes] de números amarillos, pero no son israelíes, son palestinos de Jerusalén que trabajan o viven aquí, en Cisjordania”, explica mientras me sirve un café caliente. .
Detrás de mí, al otro lado del muro que divide los dos carriles, los coches que pertenecen a los israelíes pasan zumbando a gran velocidad, camino de Jerusalén.    “Esta nueva carretera es una desgracia”, afirma Mazen, que nació y se crió en el campo de refugiados de Shuafat. “Quienes viven en esta zona, si desean entrar en Jerusalén, no sólo necesitan disponer de un permiso expedido por el ejército, sino que tienen que ir diez kilómetros en un sentido y hacer otros diez kilómetros de vuelta. Pero Jerusalén está justo aquí, encima de nuestras cabezas. Puedes llegar andando en media hora”.
Los palestinos que viven en la periferia de Azzariye se encuentran en la misma situación. Viven en los arrabales de Jerusalén, y la mezquita de cúpula dorada, símbolo internacional de la ciudad, parece estar muy cerca de los tejados de sus casas. Sin embargo, tras la construcción del muro, que comenzó hace diecisiete años, los habitantes de  El Azzariye tienen que desplazarse cerca de doce kilómetros para llegar hasta Jerusalén, rodeando el muro y la colonia de Maale Adumim, la mayor de Cisjordania, y a la que Israel podría extender pronto la zona metropolitana de Jerusalén.
“Los palestinos pagarán un precio muy alto por la Ruta 4370. Varias aldeas cercanas a la ciudad quedarán totalmente aisladas”, advierte la ONG Ir Amim, que lucha por un  Jerusalén abierto tanto a los israelíes como a los palestinos sin restricciones.
La construcción de la Ruta 4370 forma parte del proyecto de la “Gran Jerusalén” que se propone integrar en la ciudad varias colonias del área circundante, convirtiéndolas en extrarradio de Jerusalén.El ministro israelí de Seguridad Pública, Gilad Erdan, se muestra orgulloso de la carretera nueva, que tendrá un de unos 9 millones de euros. En su opinión, supone “un ejemplo de nuestra capacidad de crear un terreno común entre palestinos e israelíes sin perder de vista los actuales desafíos en el campo de la seguridad”.
Para Yisrael Gantz, presidente del Consejo Regional que representa a cuarenta asentamientos israelíes, la Ruta 4370 constituye “la solución para los israelíes que trabajan, estudian y buscan diversiones en Jerusalén”. Los palestinos, sin embargo, no lo encuentran tan divertido. El Centro B’Tselem, que lucha por los derechos humanos en los Territorios Ocupados, afirma que se cierne hoy la “segregación de carreteras” para decenas de miles de personas que viven bajo la ocupación.
Jamal Jumaa, coordinador de la campaña Paremos el Muro, expresaba su consternación.  “Con esta carretera, Israel demuestra que está imponiendo un régimen de apartheid”. La Ruta 4370, añade, “representa la continuación lógica del proyecto del Muro de Apartheid [la barrera erigida por Israel en Cisjordania desde 2002]. El sistema del muro en su conjunto, carreteras, asentamientos, áreas cerradas, representa las fronteras de nuestros bantustanes”.
Jumaa recalca que la nueva carretera supone una transformación que forma parte de los planes israelíes de expansión y construcción de asentamientos en el área estratégica E1, el este de Jerusalén. Si se llevan a término, estos planes partirán Cisjordania en dos, anulando los últimos resquicios de la posibilidad de construir un Estado palestino con un territorio contiguo y con Jerusalén Este como capital.    
Todavía peor, estos planes están llevando a la anunciada expulsión de la comunidad beduina que ha estado viviendo durante decenios en la zona E1, sobre todo de los habitantes de Khan Al Ahmar; también se les han entregado órdenes de demolición a las familias palestinas de Anata. Hasta hace dos años, los EE.UU., el más estrecho aliado de Israel, se oponía al desarrollo de proyectos en la E1. Sin embargo, la administración de Trump, ha variado su rumbo, y al reconocer a Jerusalén como capital de Israel, ha dado luz verde de modo efectivo a los planes israelíes para el futuro de la ciudad que habían permanecido congelados durante años.
Hace dos semanas, docenas de activistas palestinos y judíos bloquearon unos minutos la Ruta 4370 hasta que intervino la policía israelí. Levantaron una pancarta que rezaba: “No al apartheid, no a la anexión” en árabe, hebreo e inglés. Sin embargo, parece haber sido la última de las protestas. Frente a la inminente apertura de la “carretera del apartheid”, la “comunidad internacional ha preferido cerrar los ojos y permanecer muda. 
corresponsal en Palestina del diario italiano il manifesto. Es autor con Chiara Cruzati del libro Cinquant´anni dopo, 1967-2017 (Alegre, 2017), sobre los territorios palestinos ocupados y el fracaso de la solución de dos estados.

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